Literatura y vida cotidiana









Para las personas que no leen la literatura es una pérdida de tiempo, perdiéndose de un mundo excepcional que hay entre páginas. Generalmente gastan su vida en cosas vanas, sin importancia que no dan ese éxtasis que es leer e imaginarnos un mundo lleno de emociones. 
Sin embargo, para los lectores, la literatura forma parte del día a día.
Nadie puede entender la emoción que es desplazar las páginas de algún libro viejo hasta que se adentra en el mundo de la lectura. 
Hay millones de cosas que ante los ojos de otras personas son insignificantes pero para los ojos de los escritores y lectores hay otra dimensión. La visión del escritor o del lector va más allá de la de cualquier persona, nos atrevemos a abrir los ojos ante minúsculas cosas casi entre las sombras. Si todos intentáramos abrir los ojos frente a las situaciones imperceptibles de la vida podríamos descubrir miles de historias fascinantes que comienzan a crearse en ese mismo momento, en nuestro entorno.
No lo sabes en ese momento pero podrías estarte perdiendo de algo simplemente maravilloso, de miles de historias, por el hecho de preocuparte de más por cosas que tienen solución. Y esto es lo que hace la literatura, te enseña a ver la belleza del mundo, del pensamiento, de los secretos entre otras cosas. Al mismo tiempo la literatura nos da conocimientos, ideologías, aunque también puede ser cruda y mordaz. 


Entre las cosas más importantes o con más valor para mí nos permite liberarnos, dejar volar nuestra imaginación. No solo leemos páginas de libros, periódicos o páginas de Internet, también leemos la ciudad, las luces de la noche, el olor a lluvia, la luna, la melancolía, el amor, el alma o la tristeza de un par de ojos.
Muchas veces encontramos en la literatura una afinidad increíble, aquello que se vuelve  como el oxígeno para vivir.     
La literatura enriquece el espíritu y da alas para mirar un nuevo horizonte... o quizás el mismo horizonte pero más claro.